En el solitario recoveco de mi corazón recordaba,
cuando un día mis sonrisas existieron
y se paseaban galantes y ajenas
pero entonces era cuando evocaba
tu rostro centelleante y sereno,
tus manos suaves y cálidas.

En mi mente el recuerdo se disipa,
extiendo la mano y trato de alcanzar
más como una nube desaparece
dolorosamente me invade,
cada poro de mi piel lo siente,
aliviador, devastador, un calmante.

¿Y qué se esconde tras esta forzosa alegría?
Sarcástica es mi conciencia, a mi pesar.
Intento oír el galope del alma
que antes salvaje corría.
¿Qué es eso?
El viento me susurra tu nombre.

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