¿No oyes sus jadeos? Cada vez yo los oigo más cerca: solo, contigo, en medio del verano, entre los gritos de la multitud, junto al fuego, en invierno, con un hermoso libro, en el crujido de la nieve, en el estruendo de la lluvia, cuando enciendo las luces de mi casa, cuando el mar, cuando llegas, cuando alargo la mano hacia los rojos frutos palpitantes. Está ahí, al acecho, alza la zarpa, espera. Tú no la ves, sonríes, sonrío yo también. Déjame que te bese una vez más antes de que su aliento nos alcance |
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